Archivo de la categoría: Ildefonser News

Nº 20: Waterloo

No recuerdo exactamente cuándo fue la primera vez que vi el festival de Eurovisión por la pequeña pantalla. Quizá, el recuerdo más antiguo que tengo es de la edición en donde Betty Misiego quedó en segunda posición. Recuerdo eso porque fue el voto de España, que votó en última posición, el que otorgó el triunfo final a otro país (y creo recordar a mi padre farfullando de lo inocentes y cándidos que somos, por poner términos suaves y educados). He buscado la edición y el país, ya que no lo recordaba bien: fue en el año 1979, en la edición que se celebró en Jerusalén por haber ganado Israel la edición anterior de 1978. El país a quien España dio sus votos y el triunfo volvió a ser Israel. ¡Las vueltas que da la vida!

Particularmente, el festival de Eurovisión siempre me fascinó de pequeño no por las canciones ni por las actuaciones de los artistas en el escenario, sino por la votación. Sin saber muy bien por qué, me quedaba enganchado viendo el canturreo de los distintos jurados de los países participantes que otorgaban puntos y se iban sumando poco a poco en una tabla que era una suerte de clasificación de un campeonato europeo similar a cualquier disciplina deportiva, con el suspense añadido de no saber quién era el ganador, descartándose poco a poco los países que se quedaban rezagados sin puntos. Con decir que hubo ediciones que no veía el festival, solo las votaciones, creo que lo digo todo.

Con el paso del tiempo, el festival de Eurovisión fue dejando de tener interés para mí (con honrosísimas excepciones, como fue Sergio Dalma y su «Bailar Pegados»). Pasados los 2000, el festival solo me llamaba la atención por las excentricidades de los ganadores, la love parade en que se había convertido o los desastres/parodias nacionales que sucedían a golpe de ridículo y televoto, amén de talent-shows y festivales de clasificación con más o menos tongo.

Y he aquí que después de todo esto, me encuentro este año viendo el festival de Eurovisión con dos nuevos eurofans de diez años, que vieron su primer festival hace dos años con Chanel y «Slo-Mo» y están ahora enganchadísimos. Y durante estos dos años han asistido (sin percatarse por su corta edad) a las polémicas más duras, trasladando a un festival de la canción temas tan agrios como guerras, atentados terroristas y ataques indiscriminados contra poblaciones. En unos casos se ha promovido la expulsión de países del festival; en otros casos se ha intentado apoyar causas políticas y militares a través de televotos. Tiene gracia (por decir algo) que no haya querido escribir nada de las barbaridades que están sucediendo en Oriente Medio y sea un festival de Eurovisión el que me haga escribir sobre este tema. Al final, queda al descubierto una vieja verdad: para vivir y para morir siempre ha habido clases.

Termino esta entrada con guiño amable; se cumple el 50 aniversario de la victoria de ABBA con «Waterloo», la canción que no hace muchos años fue elegida como la mejor de toda la historia de los festivales de Eurovisión. Ya que he hablado antes del televoto, ¿no había este año ninguna opción de votar a ABBA otra vez para que ganara? Ya que parece que todos nos encaminamos a nuestro particular desastre napoleónico, qué menos que hacerlo con lentejuelas y tacones bien altos.


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Nº 19: Los deseos y los augurios

Podría empezar esta entrada diciendo que hace mucho tiempo que no me acerco a mi propio blog a juntar unas cuantas letras. Y no por falta de motivos.

Podría contar que desde la última vez que escribí en este blog, hemos cambiado de año visitando de nuevo Sagardikoetxea y reencontrándonos con la «vieja» familia y conociendo la «nueva» familia (la preciosa Andrea), que han pasado toda una ristra de cumpleaños de pequeños, jóvenes y mayores (en especial el de mi hermana Mercedes, que entra en el «quinto piso» al llegar a su 50º aniversario), que hay ganas de hablar de nuevos proyectos, nuevas aventuras y de anunciar cosas grandes.

Podría seguir que mis sobrinos más pequeños cada vez hacen más votos por ser más guapos y más traviesos a la vez (volviendo locos a sus padres), que los mangarranes de jugadores que tengo como equipo de baloncesto este año me van a llevar por la calle de la amargura (y de paso, me van a exigir ser mejor entrenador de lo que soy), que seguimos haciendo planes de viajes para ampliar la colección de momentos que merecen la pena ser vividos y ser recordados…

Pero nada de eso cabe en esta entrada.

El dolor, el sufrimiento, las malas noticias se han amontonado tanto y tan seguido en lo poco que llevamos de año que es muy difícil encontrar arrestos para soltar todos tus males a los cuatro vientos. Ni hay ganas, ni encuentras la forma, a pesar del alivio que supone soltar esa carga. La enfermedad que llega a tu gente más cercana, los infortunios en forma de accidentes y la muerte.

Todo el mundo sabe que tenemos los días contados, pero nadie quiere (o puede) hablar de ello, y mucho menos prepararte para cuando llega muy cerca de ti. En ese momento solo queda acompañar, mitigar y compartir el dolor y la pena con los tuyos de la mejor forma posible, porque no hay alivio ni atajos para librarte de ello. Y soportar el ejercicio de masoquismo que es alargar un hecho tan doloroso con tanatorios, cementerios, funerales y demás actos que no hacen más que revolver en la pena. Sé de la buena y sincera voluntad de toda la gente que quiere acompañar en esos momentos; y a la vez sé lo que provoca cada nuevo saludo, cada nuevo recuerdo y cada nuevo abrazo en esos momentos.

He tenido tiempo de pensar en estos dos meses de locura y de golpes, de visitas a UCIs y a casas vacías, de hospitales, crematorios e iglesias. De mucho llanto. Y sin darme cuenta, he pensado en la noche de año nuevo, en cómo siempre pienso (o al menos pensaba) que el año nuevo siempre nos iba a traer algo mejor, que siempre hay una nueva esperanza cuando se empieza algo nuevo. Sin embargo, el futuro también aguarda con lo peor a la vuelta de la esquina. Los deseos de algo mejor se tropiezan con los augurios de lo indeseable, pero también de lo inevitable.

Tal vez por todo esto escribo esta entrada con la fecha de un 29 de febrero, esperando no volver a escribir nada parecido al menos en cuatro años. Soñar con que no voy a escribir nunca jamás sobre cosas malas es eso, solo un sueño. Pero por favor, que no sea tan duro el despertar.

En memoria de Pedro y de Juan. Descansen en Paz.


#hazteildefonser

Nº 18: El verano más largo

El verano de este año 2023 ha sido uno de los veranos más interesantes, más intensos y más extraños que he y hemos vivido. Esto es mucho decir si pensamos en los últimos veranos que nos ha tocado vivir, incluyendo una pandemia, pero creo que es cierto.

De lo primero que hay que hablar es de cuanto ha durado este verano desde el punto de vista climatológico. Hasta el mismo puente del Pilar, en pleno mes de octubre, hemos podido disfrutar de temperaturas veraniegas en Navarra, a pleno sol con valores cercanos a los 30 grados. Han sido días en donde con el buen tiempo daban ganas de salir y de hacer cosas, justo cuando ya estábamos en horario «normal» de trabajo, lo que en algunos momentos ha producido más estrés que tranquilidad. Particularmente, ver mi ciudad en otoño de esta forma es un pequeño placer impagable, que hace lucir a Pamplona de una forma sin igual. Que se lo pregunten a todos los que nos acercamos a ver la salida de la etapa de la Vuelta Ciclista o a los que nos hemos podido tomar un helado en la Plaza del Castillo en estos días.

Hablando del tiempo y del clima, ya parece hasta normal hablar de olas de calor y temperaturas extremas en nuestros veranos. Pero en este verano hemos dado una vuelta de tuerca más, en especial por la noche, con temperaturas que no bajaban de 25 grados hasta medianoche, ¡en Pamplona! Lo que sí me ha hecho gracia es ver hablar a gente de «estrés térmico» en cuestiones laborales cuando ha llegado el calor por el norte, la misma gente que tacha de vagos y no trabajadores a los del sur que sufren más calor y de forma más intensa. Nunca es tarde para ser un bocazas.

Pero también ha habido otras cosas. La más triste es que hemos sido el centro del mundo por un comportamiento machista televisado a todo el planeta, algo que todavía nos cuesta asimilar. Pero también ha sido la primera vez que he vivido unas Elecciones Generales en verano y la primera vez que he ejercido mi voto por correo, ya que las fechas de las vacaciones ya estaban comprometidas para las fechas de la votación. Ha sido muy curioso ver el sobre de correos en casa con todas las papeletas.

Hablar de verano para un pamplonica es hablar de Sanfermín. Siempre iguales y siempre diferentes. Poder disfrutar del ambiente, de la música, de los momentos, de la compañía de los que están a tu lado, es un regalo difícil de igualar.

Hablando de fiestas de verano, también están las de casa, las del barrio. En esta ocasión con reseña especial para mi tía Mari como componente del Coro Ezkaba, el cual fue elegido por votación popular para lanzar el chupinazo de inicio de las fiestas de Ansoáin. ¡Enhorabuena!

Echando la vista atrás, ha sido un verano donde ha cabido de todo, momentos de ocio y de trabajo (incluyendo viajes a congresos), momentos alegres y momentos en donde hemos compartido con personas cercanas la tristeza de una pérdida. Un pedazo de vida que se ha vivido de la única forma que debe vivirse, sin dejarse nada.

Recupero en esta entrada la sección de «café en la calle», pero esta vez completada algo más. Ya sabéis, en verano en la calle todo sabe mejor…

Pero sobre todo el verano es y siempre será vacaciones; escapadas, paseos, campo, mar y montaña, playa y piscina, de muchos atardeceres y pocos amaneceres. Sabor a viajes, a comer y beber en la calle, a Sol y a Luna. A todo eso y a mucho más: el verano es la buena compañía a tu lado, con quien llenar tu álbum de momentos de la vida de instantes que merecen la pena recordar. Siempre quiero que el verano sea muy, muy largo. CCS!


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Nº 17: Se acabó el «como toda la vida»

Hace menos de dos semanas escribía la última entrada de esta sección de mi blog en referencia a todo lo que estamos viviendo desde que España ganara el mundial de fútbol femenino en Australia. En ese momento no pensé que fuera a escribir otra vez sobre el mismo asunto, ni mucho menos tan cerca en el tiempo. Y lo peor y lo más triste, teniendo razón en mi entrada: al fin y al cabo, hay muchísima gente que de verdad piensa que todo esto «no es para tanto».

Lo primero y lo más grave, porque ya llueve sobre mojado y porque nos coloca a un paso de declararnos formalmente un país machista, es el tema de la justicia. De nuevo un tribunal español (en este caso deportivo) templa gaitas y no ve suficiente acción como para juzgarlas con la máxima gravedad. Ya no es que haya otros organismos internacionales que lo tengan totalmente claro y hayan procedido en consecuencia (con la vergüenza y el ridículo que supone), es que la justicia vuelve a fallar con tibieza y con dudas en todo lo que es temas de agresiones sexuales, desde las más leves hasta las más graves. ¿Cómo no va a haber dudas de denunciar, de sacar a la luz estos temas si hay una posibilidad de que cuestionen lo que pasó, de que oficialmente me digan que «no es para tanto»? El gran Antón Losada lo vuelve a explicar como nadie.

Lo segundo, lo más casposo y lo más rancio. No hay forma de sacarnos el paleto que muchos llevan dentro (digo «paleto», no confundir con «pueblerino» que bastantes cosas soportan la gente de nuestros pueblos para cargarles también con la falta de educación). No puede ser que se evoque la frase de «como toda la vida» para intentar justificar que lo que se hacía antes estaba bien, cuando lo que en realidad pasaba es que estaba aceptado. Con ese argumento, ni las mujeres tendrían derecho al voto, los homosexuales seguirían estando perseguidos, el divorcio estaría prohibido, etc. El conservadurismo en su peor forma de entender la sociedad, la que no avanza ni progresa.

Y la puntilla, los «cobardes inteligentes». Aquellos que no se mojan, que se ponen de perfil pero que utilizan obviedades para justificar su silencio o directamente su complicidad: «nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario», «hay que mantener la presunción de inocencia», «no nos convirtamos en un país de inquisidores», etc. Obvio a más no poder, pero estas obviedades siempre salen en temas de abusos o agresiones sexuales. En otros asuntos judiciales no se duda tanto ni se andan con tantos remilgos. Por esta tierra abundan los ejemplos. El problema que tiene esa gente es que al haber sido todo tan público, tan visible, tan claro y tan diáfano, el hecho de no dar ni siquiera tu opinión o tu valoración te define y te coloca en tu sitio.

En los tiempos de la pandemia escribí muchas veces sobre una frase que se repitió hasta la saciedad: «volveremos siendo mejores». Básicamente pensé que era un gran autoengaño colectivo, una forma de pensar que somos como los sanitarios que se jugaron la vida, pero que en realidad somos más como los vecinos que no los querían en su piso. Si de algo nos sirvió todo aquello era para sacar a la luz quienes somos en realidad, lo mezquino, lo egoísta y lo salvajemente hipócritas que somos como sociedad, y a partir de ahí poder crecer y poder mejorar. El paralelismo con lo que está sucediendo ahora es muy evidente: quizá no nos creíamos que fuésemos machistas, pero ante una situación tan clara hemos creado la duda razonable.

Por mucho argumento mal explicado y sacado de quicio, por mucho radicalismo, mucho politiqueo y mucha acusación generalista que han hecho las personas que han enarbolado la bandera del feminismo en este país, hay causa y hay razones por las que hay que luchar. Por eso sigo pensando que absolutamente todo lo que está pasado, por muy calamitoso que esté siendo, es tremendamente positivo: solo cuando eres consciente de tus debilidades y te enfrentas cara a cara a tus propios demonios eres capaz de superarlos. Por ahí comienza el camino de la esperanza.

La vida da también su particular vuelta de tuerca. Hoy ha fallecido María Jiménez, una de las cantantes con más fuerza y más personalidad que ha tenido España; y una de las primeras en alzar la voz y decir «basta ya», en unos lejanos años 70 donde el machismo era institucional. Precisamente fue en una de sus canciones más famosas, «Se acabó«, que ha dado nombre al lema que se ha viralizado a raíz de lo acontecido entre Luís Rubiales y Jenni Hermoso, la cual hoy ha puesto la denuncia correspondiente. Ojalá sea el principio del fin, del «se acabó».

#SeAcabó #JenniHermoso #EstamosContigoJenni

P.D.: Dos niños de menos de diez años hablando hoy entre ellos: -¿Pero tú le diste un beso a ella? -No, no, ella me lo dio a mí, ¡pero no como Rubiales a Jenni Hermoso!


#hazteildefonser

Nº 16: No es para tanto

Vamos a ver, que no es para tanto…

Ha sido un momento de euforia, se han abrazado y se han dado un piquito sin más entre dos adultos, sin ninguna mala intención por ninguna de las partes. Estaba celebrando un gran logro, después de estar apoyando a las jugadoras durante todo el mundial. ¿Quién no tiene un momento de tensión en donde se libera? Igual que la jugadora, han sido los dos.

No es para tanto, además con lo que está cayendo aquí, con la cantidad de «verdaderos» maltratadores que hay, violadores y agresores sexuales, con la cantidad de mujeres que hay sufriendo de verdad, ¿vamos a calificar esto de agresión sexual? Esto es solo carnaza para la exageración y para el feminismo más violento y más extremo.

Pie
Viñeta del diario El Mundo
Portada del diario deportivo AS del 25/08/2023

No es para tanto. No había que armar todo este jaleo, porque hay muchísimos problemas más importantes: la inflación, el empleo, la sequía, las guerras, la inmigración… esto es solo otra pantalla de humo que nos han lanzado para dirigirnos y tenernos engañados y callados. Ahora no se hablará de nada más durante todo el tiempo.

No es para tanto…

¡SÍ, SÍ LO ES!

Porque hay momentos en donde se marca la línea, el giro, el punto de no retorno, donde cae la gota que colma el vaso. Porque siempre pensamos en una excusa, en un motivo, en una duda, («algo habrá hecho», «seguro que buscaba algo», la víctima es una exagerada, cuando no culpable). Porque somos ahora mismo la vergüenza del mundo, en vez de las campeonas del mundo.

Quizá la cosa sea tan sencilla de explicar porque como sociedad nos han educado así y es así como vivimos; porque ni siquiera somos capaces de vernos en el espejo con nuestro lado oscuro y ante eso hay que revolverse y enfrentarse. Ya no solo porque es el resto del mundo el que nos está sacando los colores, sino porque estamos marcando el ejemplo que hay que seguir ante un acto que lo ha visto literalmente todo el planeta. Visto sobre todo por nuestras niñas, que serán las futuras mujeres de este país. ¿Qué ejemplo vamos a dar ante algo tan público, tan notorio, tan evidente?

Estoy convencido que, por muy desagradable que hayan sido los gestos, la zafiedad, la chulería, los insultos, las presiones, los desafíos, el victimismo y finalmente la no rectificación y la ausencia de disculpas, todo lo sucedido es lo mejor que nos ha podido pasar. Ya sea por cortedad de miras o por tener un carácter tan retrógrado que ni siquiera lo iguala ningún partido ultra en sus planteamientos, el presidente de la RFEF, Luís Rubiales, nos ha colocado a todos en la obligación de pronunciarnos: o miramos a otro lado y templamos ánimos, o se acabó. Y no vale la callada por respuesta o las medias tintas. Es más, empiezan a no valer el posicionamiento en contra del Sr. Rubiales si se producen a partir de este momento. Llama muchísimo la atención el silencio de la mayoría de futbolistas masculinos y de personajes del ámbito del deporte de primer nivel. Una triste sorpresa.

Una cuestión que me toca personalmente. He sido entrenador de equipos femeninos. He podido disfrutar de llegar a finales, e incluso de ganar alguna de ellas. Creo que puedo hablar con argumentos propios para rechazar categóricamente la excusa de «momento de euforia», «estallido de alegría» y demás argumentos. Más allá de la mínima educación y comportamiento que debe tener un cargo público, no me cabe en la cabeza argumentar eso, ni siquiera en pleno partido, sino en una entrega de trofeos. «¿Un piquito?» Es baboso.

Y lo peor de todo, después de tanto mensaje, tanto comunicado, tantas acusaciones y finalmente las inhabilitaciones y posibles condenas judiciales, me queda una terrible y malísima sensación; la sensación de que, mayoritariamente, lo que de verdad piensa la gente es que «no es para tanto», que muchas de las condenas y de las declaraciones de reprobación vienen por puro postureo, porque es lo que toca decir o porque el jefe ya ha sido defenestrado y ya no hay ningún poder que te pueda quitar tu puesto. Quiero pensar que no es así, que esta vez no, pero creo que como sociedad, con la lacra del machismo tenemos el mismo problema que con el racismo: pensamos de nosotros mismos que aquí to’er mundo es bueno, pero…

A todo esto, España se proclamó Campeona del Mundo de fútbol femenino en la gran final del Mundial disputada en Australia frente a Inglaterra el pasado día 20 de agosto. Un logro inmenso, inaudito y casi imposible, más aún sabiendo la historia del fútbol femenino en España, en donde no hubo selección nacional oficial hasta el año 1983 y solo hubo dos clasificaciones para fases finales, ganando un único partido. Y sin embargo, con la enorme gesta deportiva que ha sido ganar un mundial, creo que el mejor triunfo es el que está por llegar; ese también lo ganarán ellas, pero será para todos.

#SeAcabó #JenniHermoso #EstamosContigoJenni


#hazteildefonser

Nº 15: Área 51

La mayoría de las personas solemos hacer memoria y balance del último año vivido cuando se acerca su final, con las copas de champán, el confeti y los adornos navideños. Sin embargo, en esta vida me ha tocado ser de los del 1 de julio, exactamente a mitad de año, cuando las temporadas deportivas cambian de curso y cuando parece empezar de verdad el verano, dejando todos los libros aparcados hasta el lejano septiembre. La cosa cambia un poco.

Y dado que tengo un blog y que por lo visto me ha entrado el gusanillo de juntar letras y dejar a los cuatro vientos cibernéticos mis pensamientos, me he parado un momento para ver qué he hecho y qué he dejado de hacer. Esto se ha convertido casi en una costumbre, la cual no es fácil de mantener porque el día a día te lleva por delante cualquier reflexión que sea medio profunda. Aquellos días de pandemia en donde sólo estabas tú y tus pensamientos me hicieron pensar en cómo estábamos viviendo la vida. No voy a decir que los eche de menos (bastante desgracia fue para muchos), pero no sería sincero si no digo que aquello fue muy positivo para mí.

51 años. El primer año completo de inquilino en el quinto piso. Un año con sus luces y sombras, con sus altos y bajos, como siempre. Con noches de recuerdos imborrables, noches de dormir en sueños y noches de estar despierto en el infierno. Un año que se ha empezado a parecer a los anteriores a la pandemia, con lo que me han saltado todas las alarmas, porque hay muchas cosas aprendidas de ese tiempo que quiero que no se me olviden; porque el cambio que ha habido en tantas cosas en mi vida quiero que se mantengan y que se prolonguen: desde este blog, pasando por mis hábitos de comida (sigo rondando los 80 kg) y tantas otras cosas más.

Pero sobre todo un año de familia. Un año para sentirse arropado y arropar a todos los más cercanos, de estar cerca de los tuyos, de no dejar nunca de recordar a los que ya no están y de alegrarse enormemente de los que acaban de llegar. Pensando un poco en ello, creo que de un tiempo a esta parte me paso de la raya de blandito y de ñoño con estas cosas. O simplemente es que son cosas de la edad.

Toca hacer balance, pero también toca hacer planes. Ir cerrando cosas viejas para empezar cosas nuevas, no dejar nunca de aprender e intentar hacer cosas diferentes, cosas que te llenen y que te motiven, con el difícil equilibrio que es poder dedicar tu tiempo a toda la gente que quiere estar contigo. Es verdad que quien mucho abarca, poco aprieta, pero ni he sido de quedarme solo a un palo ni quiero apretar a nadie.

Ciudades, pueblos, viajes, comidas, cenas, cafés… y lo mejor de todo, amigos y compañeros de cafés, de trabajo, de baloncesto, de blogs y de redes sociales con los que compartir un montón de momentos.

Y como no, la dedicatoria más blandita es a la familia más cercana y más inesperada de todas, la que empieza a dar un nuevo sentido a los próximos cincuenta y un años.

Y a Idoia, que es la que está siempre. ¡CCS!


#hazteildefonser

Nº 14: Ildefonso al cubo

Después de todo lo visto y todo lo vivido en estos últimos tiempos, ya casi no me sorprende nada. Casi. Porque algunas casualidades que se te presentan son como para dibujar una sonrisa por ver las vueltas tan curiosas y retorcidas que se dan en la vida.

Gracias a mi trabajo, a finales de mayo y principios de junio he vuelto a coger las maletas y viajar. Esta vez he tenido la oportunidad de conocer una pequeña localidad de Alemania, Köthen, situada en el estado de Sajonia-Anhalt a unos 150 kilómetros de Berlín. Toda una experiencia el tener que dar una “clase maestra” en inglés en un congreso internacional, y especialmente el tener que hacerlo en el aula magna de la Universidad de Anhalt, un aula al estilo más clásico de las universidades, en forma de “pecera” o de sala de cine, con el pupitre y la pizarra en la parte inferior del aula y todos los asientos escalonados hacia arriba, casi formando un muro frente al ponente.

¡Qué sensación más extraña! Aunque pueda parecer que todos los europeos occidentales compartamos una misma realidad o un mismo mundo, hay costumbres y maneras de vivir que marcan unas diferencias casi insalvables en cómo vemos la propia vida. Esto se hizo mucho más evidente en los días que me tocaron estar en Alemania, a principios de junio y con días totalmente soleados, lo que hacía que el amanecer fuera a las cuatro de la mañana y el atardecer sobre las ocho y media. A pesar del sol y de la luz, no había un alma en la calle a partir de las seis de la tarde. Nadie. Y por supuesto, ningún comercio abierto más allá de esa hora, tan solo algunos pocos restaurantes abiertos a los pocos turistas y personas de fuera que estábamos por allí.

Como casi siempre en estos saraos, lo mejor es la gente que conoces y con la que tratas. Coincidir con gente «mediterránea» (italianos y malteses) en la forma de ver la vida, intentar hacer entender esto mismo a alemanes y austríacos, hablar, charlar y en definitiva compartir experiencias es lo más enriquecedor. Y llevarte alguna sorpresa muy agradable, como que te hagan un pequeño regalo por celebrar allí mismo mis veinte años en mi empresa (¡gracias Henny!) o que te hagan ver que tu nombre puede tener un significado totalmente distinto en otro país: ¡en Austria ser Ildefonso es una cuestión muy dulce!

Köthen es una ciudad que recuerda mucho a la Alemania «clásica» con sus construcciones más típicas, pero donde también se nota la influencia soviética de la época de la antigua Alemania del Este o República Democrática Alemana, con los barrios enteros de edificios de tipo «ladrillo» o de caja de zapatos o edificios públicos con grandes salas y pasillos totalmente asépticos y sin ninguna decoración. Muy soviético. Y un detalle poco tranquilizador: resulta que desde la II Guerra Mundial hay una gran cantidad de bombas que cayeron de los bombardeos del bando aliado pero no llegaron a estallar y siguen allí. En la antigua República Federal y en la Alemania unificada no se puede construir nada sin una revisión del terreno por parte de artificieros (en el campus de la universidad donde estuve, descubrieron bombas hace menos de un año). Sin embargo, mientras existió la Alemania del Este no hubo esa exigencia ni esa comprobación, por lo que todos los edificios construidos en esa época podían estar sobre antiguas bombas sin explotar, como el caso del hotel donde me alojé…

En el viaje de regreso hubo parada obligatoria en Madrid y también momento compartido con el «padre» de este blog, Nacho Goicoechea. Un buen ratico después de un tiempo sin vernos. ¿Y dónde si no? En uno de los bares cercanos a Atocha, ¡el bar San Ildefonso! Sin buscarlo ni nada.

Tras la vuelta a casa, nuevo destino; más cercano pero, curiosamente, igual de desconocido para mí. Segovia, una ciudad y una de las pocas provincias de España en la que no había estado. El motivo de la visita no podía ser mejor, la boda (y sobre todo la fiesta) de una compañera de trabajo, Sara. El refranero español dice que no hay novia fea; muy cierto en este caso, en donde se podía cantar bien alto eso de ¡Qué guapa está la novia, la novia, la novia! Un gran, gran día (y al final la novia dijo sí)

Como muy fan que soy del turismo de interior, Segovia no decepciona. Ya solo el Acueducto y el Alcázar hace que merezca la pena, aunque cuando paseas por sus calles sientes que estás dentro de un monumento, al estilo de Toledo o Salamanca.

Pero es que la provincia en sí tampoco desmerece, en especial el Real Sitio de San Ildefonso, ¡cómo no! Uno de los sitios para ver con calma, en especial los momentos en donde funcionan las fuentes de agua de los jardines. Un espectáculo total.

De Alemania a Segovia pasando por Madrid y viajando con mi nombre. Otro guiño para seguir haciendo hazteildefonser. Os agradezco muchísimo vuestra compañía en este viaje.


#hazteildefonser

Nº 13: A vueltas con el racismo

Otra vez el fantasma del racismo ha sacudido España a través del futbol y ha revuelto todo hasta tal punto que hemos sido noticia en todo el mundo. No es la primera vez y llueve sobre mojado, por lo que quizá habrá que ir pensando que ese fantasma es mucho más real de lo que nos creemos (o de lo que nos queremos creer). Pero ha sido tanto el ruido y las formas que es importante una mínima reflexión.

Antes de ello, he encontrado dos escritos que me han hecho pensar de diferentes maneras sobre todo lo que ha pasado.

Llevo consumiendo millones de horas de deporte televisado aproximadamente desde 1979-1980, algo que, por otra parte, no me distingue de otros muchos, lógicamente, igualmente enfermos de la cosa. Así que este bagaje nos permite sin ningún género de dudas reconocer a miles de kilómetros de distancia a un deportista fantasma y tóxico de aquel que no lo es. Vinicius lo es. Como lo eran Hugo Sánchez, Buyo, Cristiano Ronaldo, Neymar, Meneghin, Laimbeer u otros muchos. Deportistas fantásticos que a pesar de su calidad tenían un carácter o faltón o engreído o peligroso o todo junto. No hay más vueltas que darle, ni hay que hacer una tesis acerca de Vinicius para darse cuenta de que al margen de su juventud en esa cabeza bullen formas de ser que tendrá él mismo que manejar para no acabar convertido en un estandarte de la bajeza y hasta de la comedia bufa.

Que seas un tremendo jugador de fútbol, que juegues en el equipo favorito de los medios, que metas muchos goles y des muchos pases no te va a librar de que cuando haces el memo lo vea todo el mundo y todo el mundo lo procese en el mismo sentido. Hay que protegerte -a ti y a todos- de las patadas y de los insultos, pero a ver quién nos protege a los demás de tus provocaciones. Porque los espectadores –en el campo y en casa– también somos parte de esto y los que os hacemos millonarios con nuestras entradas, camisetas y contratos con empresas para ver vuestros partidos. Tenéis también una responsabilidad con la gente que está en la grada y en casa, así que menos lanzar teorías conspiratorias y más asumir que uno no puede ir por la vida a 200 pulsaciones cada segundo encarándose con árbitros y rivales en casi cada jugada. Ni racismo ni gaitas. En el Madrid hay 8 negros. Ha habido unos 200 –por poner– desde hace años. Solo tiene problemas él. Es todo muy evidente y, ya digo, no merece más seso. Que espabile, que ya es hora.
                                                                                                                                                                                    Jorge Nagore
                                                                                                                                                 Diario de Noticias (10/05/2023)
Sé que no se puede convertir en una verdad objetiva la experiencia vital de un individuo, pero la mía me sirve para introducir el tema: Nunca he conocido a una persona española blanca que me haya reconocido haber caído en algún tipo de actitud racista. Nunca. Esto sólo podría llevarnos a dos posibles conclusiones, o bien en España nadie es racista, o… nadie está dispuesto reconocerlo. La primera opción es tentadora, lo sé, pero vamos a suponer que es la segunda.

Si preguntas a un español blanco si el racismo existe, normalmente te dirá que sí, el enredo aparece cuando le pides que lo reconozca en alguna acción concreta porque inexplicablemente es muy capaz de verlo de lejos pero no tanto de hacerlo cuando está cerca. En el imaginario colectivo se tiende  a creer que racismo es meter a personas negras desnudas en barcos, vendarlas como esclavos y azotarlas inmisericordemente con látigos; todo lo que salga de ese marco bien puede tener otra explicación y está más que dispuesto a correr a buscarla. “No es racismo, es ignorancia”.  "No es racismo, es miedo a lo desconocido”. “No es racismo, es que va provocando”. Gritarle “negro” a una persona negra no es una ofensa, es describirle tal y como es. Que tenga el triple de posibilidades de ser parado por la policía para ser identificado será un incordio, pero no es racista.

Como persona afrodescendiente he de decir que llevo una vida sintiendo que bastante tengo con que se me permita residir aquí como para encima quejarme (por mucho que sea algo que me afecte personalmente) eso mina más de lo que se pueda imaginar, pero me atrevo a decir que es incluso peor escuchar y leer a gente blanca determinando qué es y qué no es racismo con independencia de lo que la personas racializadas de este país tengamos que decir al respecto. El desprecio es tal que no se nos escucha ni siquiera en este tipo de situaciones. Por lo visto lo que tengamos que decir sobre este tema no es relevante.

El español blanco (la española blanca también, aquí no hay distinción y eso es especialmente decepcionante en el caso de las feministas blancas y su irreprochable discurso sobre igualdad del que se nos excluye) decide qué es ofensivo y qué no lo es, qué nos debe doler y qué no; la cantidad de resignación, de comprensión o incluso de sentido del humor que debemos tener. Podría remontarme a 1992 y el asesinato de Lucrecia Pérez y enumerar el listado inacabable de agresiones, insultos, burlas y comentarios que la población no blanca de este país ha sufrido desde entonces en la calle, sí, en los estadios, por supuesto, pero también en anuncios de televisión, canciones o boletines informativos. Podría, pero por cada uno de ellos alguien encontraría una excusa alternativa que sirviera para mantener la conciencia perfectamente limpia. En España no hay racismo, hay quejicas que lo ven donde no existe. Lo que ocurre con los jornaleros en Huelva y otras zonas, lo que pasa en la frontera sur, o el drama de las pateras es mucho más importante que los insultos a Vinícius, mucho más. Pero escuchar semana tras semana a millares de personas gritarle a un deportista con odio que no es una persona, sino un mono pensé que serviría para despertar alguna conciencia… iluso. No es racismo, es un grupo muy reducido de personas que no encuentra otra manera de mostrar su perfectamente justificable antipatía ante un chaval impertinente que se atreve a bailar después de meter un gol. Y como no es racismo, no hay motivo para hacer nada, sólo esperar a que el Real Madrid vuelva a jugar fuera de casa e inventar alguna nueva excusa si a la de siempre se le empiezan a ver las costuras.
¿Qué es racismo? ¿Y tú me lo preguntas…?
                                                                                                                                                                                               El Chojin
                                                                                                                                                                            (www.elchojin.net)

¿Somos un país de racistas? El primer impulso natural que nos sale es decir claramente que no, que somos «buena gente», que somos un país de acogida, que tenemos unos altos valores de convivencia y de ciudadanía, pero… Es ese «pero» el que nos mata, porque en ese «pero» se esconde todo el abanico de desprecios, malos gestos, bromas sin gracia, cuando no es algo más duro y más violento. A lo mejor es que no nos reconocemos en ello, que solemos pensar que son problemas de otra gente, de otros países en donde sí que hay odio y racismo, bien por su pasado, bien por sus políticos y su política (que poco a poco la vamos importando). Pero nosotros, no. Aquí, to’ er’ mundo es bueno.

Otra cosa es, como casi siempre, el fútbol. El lugar de la exageración, de la exacerbación, el altavoz de todo lo malo y el último reducto de un evento público de masas en donde todavía se pueden encontrar comportamientos despreciables sin que te salga muy caro, a veces incluso gratis. Qué razón tenía mi colega Koldotxo cuando decía una de sus grandes frases: la violencia solo conduce al fútbol. Una lacra. Es en ese contexto en el que se produce todo esto. Ni siquiera voy a plantear la discusión si ha sido un episodio racista o no (lo ha sido), ni voy a deslizar la idea de que el comportamiento acelerado del jugador ha sido el detonante de todo esto (es como volver a justificar una violación porque llevaba minifalda). Lo que sí me parece llamativo es cómo se retuercen y se utilizan estos hechos. Ha habido una columna de opinión en un conocidísimo diario deportivo (Marca) en la que se decía que no es suficiente con no ser racistas, sino que hay que ser antirracistas. Grandísima frase que es absolutamente verdad, salvo que lo dice un periódico que cuando hubo episodios racistas con otros jugadores de otros equipos a los que no anima no fue tan radical y tajante en sus afirmaciones. Para ser honestos, toda la prensa deportiva fue la que miró a otro lado cuando hubo cánticos y gritos de monos en los estadios de fútbol, tachándolos solo como una minoría y poca cosa sin importancia. La utilización del racismo pasa también por la arrogancia de levantar una bandera para afirmar que el racismo empieza y acaba en mí, «porque si no estás de acuerdo con lo que yo digo, tú también eres racista». Este es quizás la mayor utilización y tergiversación que estamos viviendo, y no solo en el tema del racismo, sino en muchos otros temas sociales (feminismo, igualdad, integración, etc.) Ya no hay debates, apenas hay puntos medios, posibilidad de hablar. Si no estás de acuerdo total y absolutamente con lo que digo, eres un machista, racista, homófobo, retrógrado, ultra, etc. Nos quedamos sin puentes entre nosotros mismos, solo hay abismos por uno y otro lado del camino.


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Nº 12: Familia de aquí, familia de allá

Hay un dicho famoso que reza así: «Los amigos se eligen, la familia no«. En casi todas las ocasiones en las que he escuchado esa frase (por no decir siempre) he sentido que se decía desde la resignación, cuando no desde el desprecio, de tener que tratar a personas de forma cercana por obligación. La idea que hay en esa frase es que la vida te ha impuesto unas personas que son una carga, un castigo, una cruz que tienes que llevar encima. Y aún más: que tu verdadera familia, la que de verdad vale la pena es la que has ido formando con las personas que te has cruzado a lo largo de tu vida, con las que has llegado a conectar, a congeniar y a tener una relación profunda y verdadera.

Nunca he creído en esa frase.

Son muchos los motivos que me llevan a pensar así, empezando por mi propia experiencia personal. Sé que el mero hecho de tener un parentesco no es sinónimo de una buena relación, pero la familia ofrece la primera oportunidad para relacionarte, para ser una persona social, para construir tu propia manera de cómo afrontar las relaciones humanas; y por supuesto, para sentir cariño, comprensión, respeto… y amistad también, ¡cómo no!. Porque la amistad, cuando es pura y verdadera, la elevamos a categoría de familia porque son las relaciones que siempre ofrecen en vez de pedir, que siempre comprenden en vez de señalar, que perdonan, que son pacientes, que perseveran y que acompañan. Por eso mismo, no desmerezco ni un ápice el valor de la amistad verdadera, porque eso es familia. Leí una vez que los primeros amigos son tus primos. Los que hayáis tenido la suerte de tener primos de tu misma edad creo que me daréis la razón.

Una reflexión más extravagante sobre este tema me ha llegado leyendo el blog Frases Deshechas en donde hace un argumento atrevido: la realidad es exactamente al revés, es la familia la que se elige (porque al final tú mantienes las relaciones que deseas mantener, pudiendo tratar y sentir más por un primo segundo que por un hermano) y son los amigos los que se imponen (porque en realidad, tú no eliges amistades, son las que te vienen dadas por estar en el colegio, en el instituto, en un trabajo, etc.). A veces llamamos «amigo» y «amistad» a algo que como mucho llega a compañerismo…

Como podéis imaginar, no soy objetivo en absoluto. He tenido la suerte de estar, de vivir y de sentirme partícipe de dos grandes familias: la familia Muñoz por parte de mi padre y la familia Morales por parte de mi madre. A decir verdad, siempre me va a quedar la idea de tener una única familia, ya que siendo pequeño no tenía muy claro que unos primos fueran de un lado y otros primos de otros (de hecho, no sabía que había «lados» de la familia). Toda una gran familia hijos de emigrantes, de los que tuvieron que dejar su tierra para buscarse un futuro mejor a muy temprana edad.

Después de mucho tiempo, los Muñoz nos hemos vuelto a juntar sin tener un motivo triste de por medio. Me ha hecho mucha ilusión ver de nuevo a tíos y tías, primos y primas… y a sus hijos: momento desconcertante el ver que tengo familia completamente desconocida para mí, sin ni siquiera conocer los nombres de alguno de ellos.

En la familia Morales ha habido un poco de todo. Unos han venido y otros hemos ido. Para los que han venido ha sido una suerte de recuerdos y de descubrimientos de la tierra que han visto cómo han cambiado o que la han visto por primera vez. Para los que están en el lugar de donde partimos, como siempre un abrazo enorme y sentido.

Los que nos hemos movido hemos ido de la Vieja Iruña a la cosmopolita Barcelona hemos podido disfrutar de unos días inolvidables, sobre todo para los que veían la ciudad con sus jóvenes ojos por primera vez. Un placer y un privilegio compartir esos momentos y sentirse cuidados por todos los de allá.

Motivos para celebrar que somos familia hay muchos, pero sobre todo por los más pequeños, por los recién llegados y por los que están a punto de llegar. En las celebraciones de cumpleaños que ha habido en estos últimos meses no me quiero olvidar de los que llamé «los habituales» de Sarriguren en los tiempos de pandemia. Otra de las familias a la que cuidar y en la que dejarse cuidar, para que además podamos regalarles a los que vienen después esta nueva familia.

Para celebración la particular familia que formamos los seguidores del C.A. Osasuna con el pase a la final de la Copa del Rey. Al igual que una familia modesta y humilde, nuestra celebración es por el mero hecho de alcanzar una final… ¿Os imagináis que ganáramos?

Y sobre todo y ante todo, last but not least, la familia más cercana que tengo ahora; la que elegí y me encontré, la que no ha dejado de ser una amistad. Son tantos momentos que ya se me escapan de un blog o de un álbum digital de fotos. CCS!


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Nº 11: Entre año y año

Esta entrada se sitúa a caballo entre el año que dejamos, 2022, y el nuevo año entrante, 2023. No es es que quiera rememorar a Mecano y su canción Un año más, pero siguen siendo tiempos extraños como para no parar un momento, tomar distancia del día a día y hacer balance de lo que hemos vivido estos casi tres últimos años.

Lo primero que se me viene a la cabeza es que hace un año seguíamos en pandemia, con mascarilla, con restricciones y limitaciones, con riesgos (hace un año caí enfermo por Covid-19). Hemos estado viviendo en un mundo con vacunaciones obligatorias y llevando mascarillas para salir a la calle… y todo eso parece que queda ya lejísimos, casi como si no hubiera existido. Hasta los pocos carteles que quedan en algún sitio indicando la obligación de limpiarse las manos con hidrogel me empiezan a sonar a algo extraño. Puede que sean las ganas de pasar página de todo eso, pero parece que de forma colectiva hemos decidido olvidar todo eso.

Sin embargo, hay cosas que no puedo ni quiero olvidar; hay recuerdos imborrables y momentos marcados a fuego para mí, la mayoría de ellos muy positivos, pero también alguno muy negativo. Y si algún día me falla la memoria, tengo estas líneas escritas que me dicen por qué estoy juntando letras desde hace tres años. Qué menos que agradecer a los que me inspiraron y los que me animaron en esta aventura. En especial está, cómo no, Antonio Liberal; su blog ya se ha hecho mayor y se ha convertido en un magnífico libro que va a ayudar a mucha gente. Inspiración es lo que nos hace falta.

Pero la vida no para. Por mucho que queramos tomar aire, la vida pasa como un tren arrollador en el cual o bien te subes en marcha o bien te lleva por delante. Llegan las fechas navideñas, el fin de año y con ello la vorágine de compromisos familiares, de amigos y de compañeros. Comidas, meriendas, cenas, algún que otro bar, Olentzero, Papa Noel, Reyes Magos, loterías… ¡qué os voy a contar! Como para pensar en pandemias del pasado. Y más teniendo en cuenta que en estas fechas nos liamos la manta a la cabeza y nos vamos de casa rural familiar. Una pequeña locura que ya cumple diez ediciones y que ya empieza a tener solera y tradición (como las migas, la paella y ahora también los rosquillos).

En esta ocasión también ha habido oportunidad de poder pasear al sol del nuevo año y disfrutar del paisaje de la montaña y los campos verdes de la Ultzama.

Uno de los mensajes más curiosos que he recibido ha sido desde el otro lado del mundo… y desde el año siguiente por unas horas. Un saludo muy especial a Braiam desde las antípodas, que ha sido uno de los primeros en celebrar el nuevo año.

Tengo que reconocerlo, soy de los Reyes Magos desde siempre. Ya se que los niños van a disfrutar más de sus regalos con el Olentzero o con Papa Noel, que van a tener más tiempo para jugar con ellos… pero qué se le va a hacer, la tradición o los recuerdos siguen haciendo que la noche del cinco de enero sea muy especial. Lo que no sospechaba es que este año iba a ver la cabalgata de Pamplona desde un sitio insospechado. Y los Reyes han sido otra vez muy generosos con todos, hasta con los que no se lo han terminado de merecer. Es igual, al final ha habido rosco de reyes para todos, ¡y bien bueno!

Otra Navidad, otro fin de año y veo que yo mismo me contradigo a lo que he escrito al principio de esta entrada. El día a día nos devora y no tenemos tiempo de pararnos, solo el justo para escribir unas líneas que queden en el aire del ciberespacio, o el justo para ver los paisajes que nos rodean. Aprovechad estos momentos para respirar un poco y seguid en la brecha.


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