Día 407 – N-121

Sábado de partido grande para mi equipo, pero sobre todo sábado de desplazamiento largo para jugar en Ribaforada, un pueblo a más de 100 kilómetros al sur de Pamplona, en la Ribera de Navarra (hay pueblos fuera de Navarra que están más cerca), lo que ha obligado a levantarse igual que un día de entre semana. La diferencia ha estado en el desayuno, con café con leche y garrote de chocolate en la mesa del exterior de la cafetería, porque la terraza ni siquiera estaba puesta todavía.

No ha habido problema en llegar al pueblo, pero sí que ha habido metedura de pata al guiarme por los carteles indicadores que me han llevado al pabellón municipal. El problema es que no jugábamos allí, sino en el frontón municipal. Menos mal que he llegado con tiempo y ha sido fácil encontrarlo.

Me ha tocado vivir como entrenador uno de los partidos con más tensión dentro de mi propio equipo. Aunque podía estar justificado al estar en juego la clasificación para la siguiente fase, ha habido momentos de muchas de mis jugadoras que han roto a llorar por la pura tensión del partido y como mecanismo de alivio. Un partido duro, de mucho contacto y muy, muy intenso. Igualado en todo momento, menos en el tercer cuarto que hemos podido coger una ventaja de diez puntos y no la hemos soltado (37-49). Un alivio para mis jugadoras y para los padres acompañantes del equipo que han podido aplaudirlas y animarlas como nunca, incluso más que en nuestra propia casa en donde no pueden entrar todos los padres que quieran. El ayuntamiento que gestiona nuestro pabellón restringe la asistencia solo a doce personas, incluyendo a los dos equipos.

Tanto la ida como la vuelta la he hecho solo en mi coche para evitar un viaje con personas de otros núcleos familiares y así tener una medida más de prevención, pese a que con la mascarilla debería ser suficiente. Eso me ha dado oportunidad de hacer los dos viajes por la vieja carretera nacional N-121. No he podido evitar los recuerdos de cuando de pequeño viajaba por ahí camino de la huerta de mi tío, o camino de Andalucía en el autobús de línea o en cualquier excursión que se organizaba. La autopista era un sueño de ricos y finolis que el resto del mundo ni siquiera consideraba. Además, en la carretera estaban las gasolineras, los restaurantes y los bares de siempre, donde se quedaba para hacer transbordos, reunirse con la gente y quedar a tomar algo antes de proseguir el viaje. Casi todos esos lugares han quedado desiertos, cerrados o abandonados. Hoy me he dado una vuelta por aquellos sitios donde era tan habitual pasar y estar un rato.

Aprovechando el viaje de vuelta completamente relajado, me he parado en el parque eólico de Valtierra, junto a la N-121. Maravillas de la ingeniería ver de cerca los aerogeneradores.

Al final he llegado un poco tarde, pero he podido comer a una hora más prudente que ayer, por lo que ha caído la correspondiente siesta. Después me han invitado cortésmente a tomar café en un patio interior de una de las comunidades de vecinos de Sarriguren. Café de termo y algo dulce para picar. Y un montón de chiquillos (los hijos de mis amigos) revoloteando en un césped con un balón. No he podido más y me he unido al partido en juego (hasta remangándome los pantalones del chándal y convertirlo en una pantaloneta), para después unirse el resto de los mayores y padres de la chiquillería. Hodei (que creo que sigo siendo su mejor amigo de mayor, aunque últimamente la relación se ha enfriado) ha soltado otra de esas frases gloriosas que puede decir un chiquillo: ¡Hoy ha sido el día más divertido de mi vida! ¡¡¡Por favor!!! Está claro que cuando a los chavales les dedicas un poco de tu tiempo, ellos te lo devuelven en cariño multiplicado por diez.

Nota curiosa que hemos visto al volver a casa: en Sarriguren sigue siendo Navidad… al menos en tres casas que hemos visto en donde la decoración navideña no ha dejado de estar presente. Ningún problema, que sea así.


Tutto andrà bene!!
#hazteildefonser

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